La economía colaborativa plantea varios riesgos importantes para las empresas, que podrían amenazar las oportunidades de crecimiento y dañar la reputación si no se abordan:
Daño corporal: la economía colaborativa está cambiando la relación tradicional entre las partes en una transacción. Las personas se involucran con la tecnología para participar en una transacción de intercambio, ya sea como proveedor de un servicio o como usuario de un servicio. Sin embargo, la transacción tradicional de dos partes ahora se está expandiendo a múltiples partes. Además del proveedor y el usuario, la plataforma tecnológica ahora forma parte de la transacción. Dependiendo del servicio prestado, también puede estar involucrado un restaurante, vehículo autónomo, edificio de apartamentos u otras partes. En el caso de una lesión, determinar la responsabilidad e identificar la cobertura adecuada puede ser muy complejo.
Riesgo cibernético: si bien la tecnología habilita y potencia la economía colaborativa, el fracaso de la tecnología para funcionar debido a un ciberataque o falla tecnológica es también uno de sus mayores riesgos. Las plataformas de la economía compartida suelen almacenar información personal e información de pago, lo que las convierte en objetivos valiosos para los ciberdelincuentes que buscan datos. El aumento de los ataques de ransomware en todas las industrias debería ser una gran preocupación para las empresas de economía colaborativa. Un ataque que deshabilite su plataforma cortaría efectivamente todas las fuentes de ingresos.
Riesgo regulatorio: las innovaciones que las empresas de economía colaborativa aportan a una industria en particular también son muy disruptivas. Dado que los actores tradicionales de una industria se ven amenazados por estos nuevos modelos comerciales, es posible que recurran a los reguladores para ayudar a proteger su participación en el mercado, especialmente las industrias que ya están altamente reguladas, como el transporte y la vivienda. Las empresas de economía colaborativa también tienden a depender de los contratistas para completar las transacciones. Sin embargo, ha habido desafíos judiciales en todo el mundo para clasificar a estos trabajadores como empleados, no como contratistas. Cambiar la clasificación de los trabajadores de la economía colaborativa cambiaría drásticamente el modelo de negocio y el perfil de riesgo.