(Artículo originalmente publicado en el website de salud de Oliver Wyman)
La respuesta mundial de salud pública al coronavirus COVID-19 es masiva. Hasta la fecha, este brote ha superado cualquier brote anterior (SARS, Ébola, MERS). Algunas industrias como el comercio minorista y los viajes enfrentan posibles pérdidas comerciales a corto plazo debido a restricciones de viaje, cuarentenas generalizadas y similares.
Mientras tanto, la industria de la salud está operando a su máxima capacidad. Para los trabajadores de la salud, términos como "rastreo de contactos" y "cuarentena" se están convirtiendo en jerga cotidiana. Estamos viendo que las instalaciones de atención médica se extienden hasta sus límites, y los profesionales de la salud a sabiendas se exponen a un mayor riesgo de contraer el virus. China ha demostrado una increíble capacidad para movilizar tanto a las personas como al capital (incluida la construcción de un hospital completamente nuevo en cuestión de días). Ahora, el resto del mundo debe hacer su parte para ayudar a abordar la escasez de recursos y equipos necesarios.
Digno de mención: las fallas iniciales en los informes y diagnósticos muestran que nuestro modelo de atención basada en el encuentro, uno en el que la atención médica espera a que lleguen los pacientes enfermos cuando creen que están enfermos, debe cambiar. Debemos encontrar un tratamiento y / o una vacuna. Pero debido a la necesidad de más investigación, más ensayos clínicos y protocolos de seguridad obligatorios, estamos a un año de que una solución como esta esté fácilmente disponible.
Necesitamos centrarnos más que nunca en la coordinación, a través de las fronteras, con las autoridades, con la investigación, la academia y la comunidad clínica, y garantizar que la búsqueda de resultados de salud pública vaya más allá de la política.
Entonces, ¿dónde nos deja eso?
2020 ha puesto en primer plano riesgos naturales como el clima y la salud pública. Desde este punto de vista, debemos planificar y prepararnos para la resiliencia como empresas y como sociedad.
En la atención médica, debemos centrarnos más que nunca en la coordinación, a través de las fronteras, con las autoridades, con la investigación, la academia y la comunidad clínica, y garantizar que la búsqueda de resultados de salud pública vaya más allá de la política. Como empresas, debemos pensar de manera más sistemática sobre los riesgos y la preparación: un brote viral ya no es un "cisne negro" sino un evento anticipado. Como individuos, debemos evitar la exageración del fin del mundo que aviva el miedo innecesario y buscar hechos de fuentes y autoridades de buena reputación.
Una respuesta colectiva y medida es clave. Las reacciones futuras deben ser relativas al riesgo. Deberíamos centrarnos en la diligencia, la seguridad y el equilibrio, manteniendo la mayor normalidad posible. A pesar de la incertidumbre y la resistencia desconocida del brote de coronavirus, habrá recuperación. Deberíamos evaluar y hacer un balance de las lecciones aprendidas. Deberíamos poner en práctica medidas futuras para la preparación. Lo que ha quedado claro en medio de la incertidumbre es que las crisis mundiales persistirán y continuarán repitiéndose. Debemos mirar al pasado y al presente para comprender nuestro futuro, no actuar como se desarrollan las situaciones.